En mis manos
abiertas, no encuentro más que una danza de afectos y caricias, ternuras en tu
abrazo y armonía en los ritmos del centro de tu alma latiéndose en mis ojos con
tus brazos abiertos pretendiendo mi abrazo.
Los días van
tiñendo colores de sueños compartidos pretendiendo el clamor de un pájaro azul
que nos alce en la noche y en las horas del día se tejan las ternuras que nos
sueñan dos lunas calzándose de alientos y ensueños renovados desempolvando
cantos tejidos en caricia.
Pero cómo
limpiar la piedra, al buda somnoliento que enardece en mis sueños y acumulando
yerros y equívocos informes nos extrae el oxígeno de estos mis ojos ciegos.
Sigo inmerso en
el mar de tus ojos, en las tardes y surcos de todos los caminos y en letras
pronunciadas con flores y almohadas. Soy consciente, que amar no es solo un
sentimiento, es una habilidad que debemos reaprender e interpretar día a día de
aquí al infinito.
Tú quieres un
poema
Más flores en
tu aliento
Tú ardes de
pasión
Yo me quemo en
tus llamas.
Ahora que son
ombligo estas palabras
sin desdén, sin
caminos, sin moral
con todo el día
por medio y dios a un lado
tal que patria
viajera y detenida
en pos de toda
lluvia que se precie
del metal que
se cierne en la esperanza
de una vaga
promesa de luciérnaga
hasta el árbol
de sangre biennacida.
Es de noche y
aún tú y yo
pretendemos
aliento de aquel mar
encallado en la
sombra de algún náufrago
que se incendia
de frío y de luciérnagas.
Así cante la
noche o sea el cántaro adalid
de las cien
aguas que conforma los mapas sin barreras
el viento sin
desdén de las palmeras
el cielo
siempre oscuro si es de noche
la lluvia sin
cántaros que es de todos
el decreto sin
hambre de los muertos.
Tú eres el
presagio
el conjuro sin
límite que se enciende en mis labios
La incendiada
reliquia de tu boca
Tu cuerpo sin
secretos
tu saliva sin
nombre
Un confín tus
entrañas adentro de mi cuerpo
Una carne sin
nadie una y otra vez amarrada a tus labios
y el silencio
del mundo retozando en tus llamas.
Me tienta ser
el beso que se arrastra a tu boca.
Ni entiendo de
ternuras ni regateo en tu lengua.
Ni abrazo más
el fondo de tu carne sin alma,
pero tus manos
abres a mis tendidos brazos.
Soy el mismo de
siempre con la furia en tu carne.
Sin más flores
que palabras
no sabría
sonreír
pero ojalá
supiera amar tu rostro
sin ni siquiera
un dios al que besar
o un árbol sin
secretos ni oraciones
que me mira sabiendo que no estoy.
Tú y yo somos
la obra y el milagro
ejercemos amor
desde la noche al día
y hacemos un árbol con tan solo un simple trozo de madera.
Siempre mi amor hacia ti
(no hay punto final en este párrafo)